Entre Tijuanos (primera)
Habría unas 20 putitas repartidas por toda la calle. Quince, diecisiete, veintiuno la más vieja. Juraría que ví a una de doce. Su cadera era flaca, como la de un chivo. Los ojos llenos de sombra azul y la línea de la ceja completamente depilada. Era el close-up perfecto para mi verbo favorito: "sordidear".
Yo sordideo, el reportero del Universal sordidea conmigo y el del Reforma nos mira sordidear desde su trinchera verde.
Estamos en el culo... No, no es el culo del mundo. El culo es un lugar de desecho, un final, un escape, la liberación apestosa.
Tijuana es una axila. El sobaco del mundo. Un sitio sin escapatoria. El doblez del cuerpo descompuesto.
Caminamos por "la Revo", una avenida larga con esquinas traicioneras.
Tenemos miedo de pisarle el callo a algún cholo y que nos reviente la cara a batazos. Yo tengo miedo de que quieran "güerita" para cenar. Tenemos miedo por que allí somos extranjeros. Desconocemos cualquier código local, nos sentímos perseguidos por cualquier gesto extraño, nos persiguen las imagenes de la prensa amarilla, los muertos, las muertas, el otro idioma agregado. A cada paso somos más marcianos y el orgullo de poderle contar a 'los fresas' que se quedaron en el hotel se confunde bien cabrón con el instinto de supervivencia en la garganta. Dan ganas de regresarse corriendo.
Los perros y los chulos huelen el miedo, dicen. Y nosotros apestábamos, pues.
Ni siquiera el taxista se atrevió a llevarnos hasta allá. "En la calle Coahuila, allí 'stá todo el malviviente de por acá. Yo los dejo a unas cuadras, luego tienen que caminar".
11 p.m. Edificios cascarón, tortillas de harina, casas de cambio olorosas a miados abiertas las 24 hrs. El dólar a 10.85.
Las putitas jugaban a meterle el pie al del Reforma. Por primera vez sentí una mirada de complicidad de una puta. Ah que chulada. Con sus ojitos de Tijuana me preguntaba "¿con cuál vienes, mi reina, cuál de los dos está disponible?" Los dos, pensé. Por mí están disponibles todos los hombres del mundo, yo no soy celosa o no quiero serlo.
Además, ¿cómo negarle a cualquier hombre la fantasía de que se la chupe una lolita tijuanense? Si hasta traen un sus calcetitas altas y sus faldas a cuadros. Como si salieran apenas de la secundaria. Trencitas. Todo el kit. Me pregunto si habrán visto la película, me muero de risa por mi ocurrencia: sólo imagina que hayan leído el libro. N'ombre. Lo que pasa es que el gringo quiere eso y pues eso les damos.
Me da pena preguntar, pinche güera la van a agarrar a batazos por andar de "encuestadora sociológica". Igual pregunto: 150 pesitos el palo.
"Depende, si estás bonita te dan más". Y a la fichera le dan 10 pesos por rola. 10 pesos por 'guacamoleada'. Allá las gordas ganan más. Parece que el kilo de carne está bien cotizado.
Me hago una broma que no les voy a contar. Una broma privada conmigo y mi panza.
Yo sordideo, el reportero del Universal sordidea conmigo y el del Reforma nos mira sordidear desde su trinchera verde.
Estamos en el culo... No, no es el culo del mundo. El culo es un lugar de desecho, un final, un escape, la liberación apestosa.
Tijuana es una axila. El sobaco del mundo. Un sitio sin escapatoria. El doblez del cuerpo descompuesto.
Caminamos por "la Revo", una avenida larga con esquinas traicioneras.
Tenemos miedo de pisarle el callo a algún cholo y que nos reviente la cara a batazos. Yo tengo miedo de que quieran "güerita" para cenar. Tenemos miedo por que allí somos extranjeros. Desconocemos cualquier código local, nos sentímos perseguidos por cualquier gesto extraño, nos persiguen las imagenes de la prensa amarilla, los muertos, las muertas, el otro idioma agregado. A cada paso somos más marcianos y el orgullo de poderle contar a 'los fresas' que se quedaron en el hotel se confunde bien cabrón con el instinto de supervivencia en la garganta. Dan ganas de regresarse corriendo.
Los perros y los chulos huelen el miedo, dicen. Y nosotros apestábamos, pues.
Ni siquiera el taxista se atrevió a llevarnos hasta allá. "En la calle Coahuila, allí 'stá todo el malviviente de por acá. Yo los dejo a unas cuadras, luego tienen que caminar".
11 p.m. Edificios cascarón, tortillas de harina, casas de cambio olorosas a miados abiertas las 24 hrs. El dólar a 10.85.
Las putitas jugaban a meterle el pie al del Reforma. Por primera vez sentí una mirada de complicidad de una puta. Ah que chulada. Con sus ojitos de Tijuana me preguntaba "¿con cuál vienes, mi reina, cuál de los dos está disponible?" Los dos, pensé. Por mí están disponibles todos los hombres del mundo, yo no soy celosa o no quiero serlo.
Además, ¿cómo negarle a cualquier hombre la fantasía de que se la chupe una lolita tijuanense? Si hasta traen un sus calcetitas altas y sus faldas a cuadros. Como si salieran apenas de la secundaria. Trencitas. Todo el kit. Me pregunto si habrán visto la película, me muero de risa por mi ocurrencia: sólo imagina que hayan leído el libro. N'ombre. Lo que pasa es que el gringo quiere eso y pues eso les damos.
Me da pena preguntar, pinche güera la van a agarrar a batazos por andar de "encuestadora sociológica". Igual pregunto: 150 pesitos el palo.
"Depende, si estás bonita te dan más". Y a la fichera le dan 10 pesos por rola. 10 pesos por 'guacamoleada'. Allá las gordas ganan más. Parece que el kilo de carne está bien cotizado.
Me hago una broma que no les voy a contar. Una broma privada conmigo y mi panza.
2 Comments:
Arriba la avenida Cahuila, carajooooooooooooooooooo, formadora sentimental de todo aquel que visita Ti-Yei.
Tienes que ir a La Estrella, al Zacazonapan y a La Ballena. Diles a las chicas llegadas desde Sonora a aquellos lares que aquí hay quien las recuerda bien.
Delicioso post.
Gracias por los correos que me mandaste, caen muy bien en estos momentos.
Abraxos.
Salut.
Ei, Noé, gracias por su visita, estoy tratando de escribir un comentario sobre tus obras, acuso de recibido.
Saludos, suerte con la búsqueda de chamba.
Super Mauricio,
Te las saludé, de hecho me dicen que ya te extrañan!
Nos vemos de banca a banca.
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