martes, septiembre 27, 2005

Inteligencia

Un día casi me corren de una cena por insolente. Una mujer periodista bastante pasguata le mandaba cebollazos a otro periodista --que yo acababa de conocer esa noche, pero cuya actitud "comatosa" ante las chavas encueradas de la revista que dirige me resultaba espeluznante--. "Es que tú eres una de las personas más inteligentes que conozco", le dijo la mujer al hombre y él no tuvo más remedio que contestar "Pero si yo pienso lo mismo de tí, chaparrita".
El silencio se hizo en la mesa y a mí se me ocurrió abrir mi hocicote: "Y bueno, eso depende de cuál es su definición de inteligencia".
Fúuua. La atención completa de la concurrencia se ubicó en mi entrecejo y fui a parar al banquillo de los acusados.
Estuvimos discutiendo como una hora sobre la subjetividad del asunto y temo decir que no pude expresar una sentencia contundente para callarles la boca.
Me fui de allí pensando que tal vez yo tampoco era tan lista después de todo, si no había podido llegar a un argumento irrefutable.
De cualquier forma, me divertí haciéndolos enojar.

***

Ayer releí a un tipo que reúne muchas características de lo que yo considero inteligente. Se llamaba Thomas Mann y en 1933 publicó un ensayo sobre "El Film" donde entre otras cosas sugiere que "el cine no es arte, es vida". (Esta reflexión temprana me parece un ejemplo de preclaridad y agudeza casi predictiva. Qué se le va a hacer, así era este alemán):

"Tomemos una pareja de amantes en la pantalla, dos jóvenes tan hermosos como un cuadro, expresándose mutuamente un eterno adiós en un jardín real, la hierba mecida por el viento, y todo ello al son de la música más blandengue; ¿cómo resistirse, cómo no dar rienda suelta a las lágrimas que asoman a los ojos? Pues se trata de materia bruta, no ha sido transmutada, es vida de primera mano; cálida y cordial, te afecta como si de cebollas o cebadillas se tratara. Siento una lágrima escurrirse en la oscuridad y, en silencio, con dignidad, me limpio la mejilla con la yema del dedo.
Y el cine, precisamente, nada tiene que ver con el drama. Es la narrativa en imágenes. El hecho de que esos rostros aparezcan ante tus ojos no impide que su máxima eficacia resida en su naturaleza épica; y si en algún plano el cine se aproxima al arte literario es en éste. Es demasiado genuino como para ser teatro. Los decorados del teatro se basan en la ilusión, pero la puesta en escena del film es toda naturaleza, como la que crea para el lector la imaginación estimulada por la historia. Tampoco los protagonistas de una película poseen la presencia y realidad corporales de los personajes dramáticos. Son sombras vivientes. No hablan, no están, simplemente eran --y eran precisamente cuando tú lo ves-- y esto es narrativa. El cine posee una técnica de reminiscencia, de sugestión psicológica, un dominio del detalle en personas y cosas, de los que un novelista, y en menor medida el dramaturgo, podrían aprender mucho..."

3 Comments:

At 4:06 p.m., Anonymous Anónimo said...

Pues si, la inteligencia es subjetiva, el meollo esta en la insistencia del individuo de ponerla en evidencia, es decir, si en realidad se es inteligente, por que tratar de comprobarlo al mundo querida bloguera?

 
At 4:28 p.m., Blogger ira said...

Pura inseguridad, pues. ¿A poco nunca te has cachado sumiendo la panza en un espejo público?

 
At 6:34 p.m., Blogger Ernesto said...

Cuando se es verdaderamente inteligente, creo yo, no se puede sino "ponerla en evidencia": esto no es "tratar de comprobarlo al mundo", simplemente, cuando se es inteligente, el mundo es quien lo comprueba. Si nos guíaramos por esto no conoceríamos las obras de esas gentes inteligentes y sensibles. Es típico del mexicano, diría yo, pensar que ser inteligente -y que la gente lo note- es cuestión de presunción o mamonería. Si Einstein hubiera sido mexicano, o se hubiera fugado a Harvard -sin beca de CONACYT- o no le hubiera contado a nadie sus ideas.

Y sobre las panzas... no sé, hasta las top-models-panza-de-cuchara la sumen en público y en privado. Los inteligentes suelen tener el equivalente epistemológico al body dismorphic disorder, y siempre se creen más brutos de lo que son.

 

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