Editar
Los buenos editores son difíciles de encontrar. Ocurre como cuando se va a romper la distancia entre una cara y otra para besar.
Entre un escritor y un editor hace falta química y mucha paciencia.
Arreglar el texto de otro no es enmendarle la plana, sino cooperar, dirigir, sugerir, limar, dejar suavecita la madera, hacer dobladillos, quitar pelusas, una planchadita, una despuntada.
A falta de un buen editor, el texto pujante deja de respirar y se publica amoratado, se le sentencia a una purga corrosiva, detrás de las barras de la pulcritud por sistema.
Editar es un trabajo delicado que requiere perspicacia y respeto. Como los besos, justamente.
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