miércoles, noviembre 30, 2005

A propósito de...una clavadez, si se me permite

La revista electrónica Slate suele tener enfoques liberales, inteligentes y divertidos en sus notas. A pesar de sus limitaciones de espacio por ser distribuida a través de un medio "veloz" (el Internet), sus colaboradores rara vez toman un asunto a la ligera, EXCEPTO esta vez:
Hoy no podré traducir el artículo porque tengo harto de chamba, pero me gustaría que los comiqueros entendidos del inglés lo leyeran y se molestaran aunque sea un poquito.

O al revés, que me dijeran cómo llego a este párrafo de cierre el autor del review de WATCHMEN "Fighting evil, quoting Nietzsche, did the comic book really need to grow up?:

Whether you take this self-reflexivity as evidence of a newfound sophistication
on behalf of the comic book, or as self-hatred tricked out as superiority—that
old adolescent standby—is up to you. Watchmen was unquestionably a landmark
work, a masterpiece, even. Before Moore came along, comic books were not
generally in the habit of quoting Nietzsche, or scrambling their time schemes,
or berating their heroes for their crypto-fascist politics, or their readers for
reading them. It was Moore's slightly self-negating triumph to have allowed it
to do so. But did the comic book have to "grow up"? The last time I looked, the
only ones reading Ulysses and quoting Nietzsche were teenagers. No adult has
time for aesthetic "difficulty" or "self-consciousness." Life is too short.
Frankly, we'd much rather be watching The Incredibles.

Eso de que la vida es muy corta me parece una verdad irrefutable: la vida es demasiado corta para irse a la tumba sin haber--al menos intentado-- leer el Ulysses. Demasiado corta para no reflexionar sobre ella; increíblemente corta como para llegar a viejo sin haber disfrutado de una pieza estéticamente "difícil".
¿Donde chingados estaremos en veinte años los adultos de hoy, sin tiempo para el Ulysses y pura disposición para tragar palomitas?
Siempre digo que no hay viejitos imbéciles, sino jovencitos pendejos (rascándole a los treinta) que creen que nunca van a envejecer.

3 Comments:

At 6:43 a.m., Blogger Bef said...

Después de leer el artículo completo, me parece que este caballero no entendió nada. Lo evidencia el hecho de que prefiera el entretenimiento masivo barato a leer algo que lo ponga a pensar.

Puedo entenderlo, recordemos Fahrenheit 451 y su obligación ciudadana de ser feliz. Esta persona se lo toma muy en serio.

Curiosamente el propio director de los Increíbles ha señalado a Watchmen como una influencia directa (y se nota).

Me indigno en solidaridad. Whatta jerk!

 
At 8:36 a.m., Blogger ira said...

Gracias por recordar la influencia de Watchmen sobre los Increíbles. Es precísamente el dato que necesitaba para mandarle un mail a este bato y taparle el hociquillo.
La obligación esta de ser feliz, el club de los optimistas, la barra matutina de programas en Televisa: síntomas de cómo se nos caen los dioses a pedazos en este siglo.
Ayer leía un artículo de Ernesto en la Revista Código 06140 sobre los primeros años de lo que él llama "esta década sin nombre". De alguna manera (en mi muy riveteado cerebro) este review del Watchmen tiene el tono sintomático de los habitantes de la década sin nombre. Yo añadiría que esta visión también proviene de esta década sin fe.
Chin, ya me volví a clavar.
Un beso, Bef-o.
Ira.

 
At 12:37 p.m., Blogger Ernesto said...

Claro. Esa reseña es justo el ejemplo preclaro de lo que estoy hablando en mi texto aquél. Vivimos en tiempos sin conciencia histórica; es patético. Cuando se dice que es preferible ver The Incredibles a leer Watchmen es porque no hemos entendido nada. Es como preferir ir a ver a Moenia que escuchar la discografía de Duran Duran o ir a ver fascinados a Moderatto en lugar de conocer la historia del heavy metal y el hard rock. Esto prueba que la estupidez es global, y no sólo privativa de los reporteros del Reforma.

Ayer fui a ver El mercader de Venecia, y detrás de nosotros en el cine un grupo de thirty-somethings se sorprendían de que Portia y Nerissa hayan sido el joven doctor y su asistente... antes, habían sorprendídose de que fuera de William Shakespeare.

Están cabrones, estos tiempos.

 

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