lunes, noviembre 29, 2004

Desde mis ojos insomnes
mi muerte me está acechando,
me acecha, si, me enamora
con su ojo lánguido.
¡Anda, putilla del rubor helado,
anda, vámonos al diablo!


de Muerte sin Fin, José Gorostiza

Conviene, creo, hacer una pausa para admirar el paisaje del apocalipsis. Cuando todo termina (un plato de espaguetti, un amor, un curso), me detengo en una carretera y dejo pasar las nubes y los autos. El motor sigue prendido, los pies listos para acelerar, pero los ojos piden tiempo para acostumbrarse a esa nueva luz que ha perdido un matiz, una sombra.

Veo la muerte en todas sus formas y la abrazo. Se acaban las ganas, se acaba el aburrimiento, se descomponen los aparatos electrónicos, se vacía el refrigerador. Una botella no tiene más líquido, un amigo termina sin palabras. Los pasos de baile también terminan y las letras de una carta se precipitan a un abismo como el coyote de las caricaturas buscando su significado inicial.

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Punks de clóset, el blog de Gerardo, ya no es de clóset ni punk.

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Hay días que extraño escribir para El Taza. Tengo poco que añadir, sólo lo extraño.

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Sin dinero, navidad se escribe con minúsculas.