jueves, abril 28, 2005

De malas

Deberíamos leer cuando estamos hambrientos. Relegar la hora de la comida unos cuarenta y cinco minutos sin un distractor, hasta exasperarnos.
Con la panza vacía se es capaz, al menos yo, de odiar a toda la raza humana. Sólo así, con un humor de perros, me doy cuenta de que la poesía es absolutamente necesaria y no otra manifestación del desocupado.
Cuando soy un animal hambriento lanzo objetos al piso, no contesto el teléfono y el timbre de la casa se convierte en un histérico gendarme.
Pero sólo en ese estado es posible admirar la blancura de esta diosa de Gabriel Zaid:

NACIMIENTO DE VENUS
Así surges del agua,
clarísima,
y tus largos cabellos son del mar todavía,
y los vientos te empujan, las olas te conducen,
como el amanecer, por olas, serenísima.

Así llegas de pronto, como el amanecer,
y renace, en la playa, el misterio del día.